jueves, 24 de diciembre de 2009

entonando la navidad

Pedro se levantó como todas las mañanas a la misma hora. Hoy le apetecía vestirse con un do, y con un mi, y con un si. En los pies se pondría un re y un sol, un fa como sombrero y un la en la mochila por si hacía frío. Cada mañana salía así de su casa, más o menos vestido, más o menos compuesto, con una melodía más o menos afinada que le acompañaba durante toooodo el día. A veces lo miraban por la calle porque claro, si se quitaba el fa y lo ponía en la motxilla junto con el la, a lo mejor el encontronazo provocaba la típica salida de tono. A pesar de todo, Pedro estaba bastante contento con sus vestimentas y los conjuntos melódicos que había conseguido después de tanto tiempo. Lo que pasa es que aquella mañana faltaba una nota en el armario. Compuso lo que pudo con las otras pero se sentía un poco perdido sin el sol. Él no sabía porqué pero aquel día fue un poco desastre. Se fue a dormir pensando que a lo mejor no había buscado bien en el armario, pero al día siguiente faltaba el fa. También se sentía un poco perdido sin el fa, pero siguió adelante, un poco desentonado, pero adelante, al fin y al cabo. Observaba la gente a su alrededor, que parecían tener sus melodías más harmoniosas que nunca. Reían, estaban contentos, también lloraban algunos pero sus melodías fluían más o menos. Cuando al día siguiente vio que faltaba el re se enfadó muchísimo con sus vestimentas; decidió que ya no le servían para componer ningún conjunto y salió a la calle sin ellas. Completamente desnudo, en silencio. Pero aquello tampoco le sirvió para sentirse más o menos bien. La verdad es que se sentía mal. Y en su armario, cada día seguía faltando una nota. Entonces se dedicó a escuchar las melodías de todos los que se cruzaban con él, y vio que a quien no le faltaba un do, le faltaba un mi, y a pesar de desafinar un poco o mucho, parecían la mar de contentos con aquellas melodías que habían compuesto. Así que Pedro, decidió que si el vecino podía llevar aquel gingelbels, gingelbgels con tanta dignidad, él no tenía porqué sentirse desafinado si aquel día, con lo que tenía en el armario, lo más que pudo lograr fuera un simple y vulgar fum-fum-fum compuesto en cualquier zara.