lunes, 26 de octubre de 2009

identitats

Estic contenta perquè avui estreno una nova faceta a la meva vida. No sé com m'anirà, la veritat, però la cosa promet. Resulta que avui m'han dit que sóc una llimona. Primer no m'ho he pres gaire bé, la veritat. Home, així d'entrada igual preferia ser una floreta, però es veu que la cosa no va del que tu prefereixis o no. Després de rumiar molt, he pensat, bueno, és simpàtica, la llimona, així grogueta, amb una punta al cap i una altra punta als peus, i calla, mira, si em tombo, tinc una punta a la dreta i una a l'esquerra. He decidit documentar-me en profunditat sobre la vida de les llimones. I jo no ho sabia, però, es veu que poden tenir fills, sí, sí, i el més sorprenent és que no tenen llimonets o llimonetes, no. Resulta que tenen minipimers! Carai, quina gràcia, no? Trobo que la natura s'ha passat tres pobles amb aquesta llei, però en fi, ella és així, què hi farem. A més, resulta que jo pertanyo a la classe de llimones perennes, i no perquè no caduqui, no, perquè es veu que sí, que m'arrugaré i em quedaré més seca que una llimona seca, sinó perquè es veu que les de la meva espècie sempre tenen suc. És punyetera l'espècie aquesta perquè de vegades sembla que ja no puguin donar més, però si els minipimers insisteixen, sempre aconsegueixen treure suc, encara que sigui una goteta. No sé, no goso preguntar-me de quina pasta estan fets aquests minipimers, que sembla que se'ls en refoti que el suc sigui tan àcid, però m'han dit que és ben bé així, que ells el que volen és suc, els hi és igual com sigui, però el volen tot. I ara vés per on, m'ha entrat la meva primera gran preocupació existencial. Sóc una llimona. Sóc una llimona perenne. Sóc una bona llimona perenne! I m'haig de comportar com a tal, així que demà, quan els minipimers es despertin i em vinguin amb les seves revolucions de tot per minut, els diré: d'acord, d'acord, el suc serà per vosaltres, però la pell me la quedo pel gintonic. Faltaria més.

viernes, 23 de octubre de 2009

silencios

El señor Run-Run entró en la consulta del médico:
--Usted dirá--le dijo el médico.
--Pues verá usted, vengo porque tengo un problema muy gordo. No sé qué hacer para que todo el mundo se calle.
--Por lo que veo hablan mucho...
--Pues sí. Hablan todo el rato y ya estoy harto de escuchar y escuchar y escuchar.
--¿Y a usted quién le escucha?
--¿Pues quién va a ser? ¡Yo! No me callo, todo el rato me hablo y me hablo.
--¿Y cuándo duerme?
--Me hablan los sueños.
--Entiendo.
--He probado la acupuntura y la homeopatia. También he probado las drogas ilegales. He probado la meditación y el yoga. Pero todavía fue peor.
--¿Ah, si?
--Claro. Me hablaban mis muertos, que si les hecho demasiado de menos, que si no les hecho de menos; me hablaba la profesora del colegio de mis hijos, que todavía no tengo. Me hablaba yo de pequeño. Fue horrible.
--¿Y cuándo lee? ¿O mira usted alguna película?
--Uy, las historias son las peores. No se callan jamás. Y cuando se acaban, siguen ahí, y hablan y hablan y me dicen y me dicen todo el tiempo. Son muy pesadas.
--Ya. ¿Y cuándo trabaja?
--Cuando trabajo, me habla lo que tengo que hacer, me habla lo que no he hecho, me habla lo que haré mañana y lo que tenía que haber hecho ayer.
--Comprendo. ¿Y por qué no me cuenta usted lo que le dice el mar?
--¿El mar?
--Claro. Seguro que el mar le ha contado cosas muy interesantes.
El señor Run-Run se quedó callado un rato pensando en qué momento el mar le había contado. No se acordaba.
--Bueno --siguió el médico-- venga usted la semana que viene y me explica lo que le ha dicho el mar, ¿si?
El señor Run-Run fue a la playa. Hacía mucho frío y no había nadie. Se sentó delante del mar. Y escuchó. Escuchó muy atentamente. Pero no oía nada. No puede ser, pensó. Se acercó a la orilla con las orejas y los ojos muy abiertos. Nada. Qué raro. A lo mejor tengo que entrar en el mar. Cogió una barquita y se fue mar adentro. Se bañó y escuchó el fondo del mar. Vio muchos peces pero tampoco le dijeron nada. El señor Run-Run fue al mar día y noche, durante mucho tiempo. Incluso se construyó una casita cerca de las olas, por si acaso le susurraban algo a media noche. Al final se enfadó mucho con él. Le tiró piedras, le insultó, pegó patadas a las olas, pero el mar seguía yendo y viniendo, y nunca le dijo nada. Al cabo de un tiempo, el señor Run-Run volvió al médico:
--Oiga, que el mar no me dice nada de nada.
--¿Ah, no?
--Pues, no. Se basta y se sobra consigo mismo. Como si yo no estuviera.
--Interesante.
--¿No me cree, verdad? Le digo en serio que el mar no dice nada. Él se lo guisa y él se lo come, es impresionante; se hace sus tormentas y su calma, se sube y se baja la marea cuando le da la gana... ¡incluso se riza las olas él solo!
El médico sonrió:
--Y el mundo, señor Run-Run, ¿se calló?
--Ah, a ese le he puesto una boia y le he dejado ahí, flotando.
--¿Ah, si?
--Si.
--¿Y está bien?
--Eso parece. No se queja.

miércoles, 21 de octubre de 2009

señores de la caixa,

me dirijo a ustedes como portavoz del colectivo Ideas. Yo y toda mi familia nos hemos sentido aludidas con su anuncio de microbank. Y como no hay teléfono de aludidos, hemos decidido escribirles esta carta con la voluntad de ayudarles a comprendernos un poco. En primer lugar, nos gustaría saber, ¿cómo saben ustedes lo de si somos grandes o pequeñas? Es sorprendente, y es que ¿saben qué pasa? yo se lo cuento. Resulta que las más grandes son las más perezosas. Sí, sí, tal como lo oyen. Esas no salen nunca de los cajones, y es más, han desarrollado la capacidad de convertirse en invisibles. No sé, la verdad, es que no lo acabamos de entender. Bueno, todo puede ser debido a una confusión. Claro, es que somos muchas, debe ser un lío aclararse con nosotras, ¿no? Hacemos que leer un libro o ver una película sea maravilloso. O no. Que comer un caramelo sea más fácil. O más difícil. Que se vendan más coches. O menos. Que se construyan urbanizaciones. O que se destruyan torres. Hombre, a estas alturas supongo que ya se han enterado de lo nuestro con Ambigüedad, ¿no? Ah, y no nos gusta ir dentro de carpetas, ¿eh? qué va, qué va, vamos muy incómodas ahí apretujadas... y por cierto, no entendemos un carajo de las letra pequeña que aparece al final de la pantalla de la tele. Y por favor, les exigimos que dejen en paz a los niños. Sepan ustedes que ellos ya saben que nosotras tenemos un nidito permanente en la cabeza de sus mamás. Hay un vínculo muy profundo entre ellos y nosotras, un vínculo que solo puede entender un niño y/o una idea, y por lo visto, ustedes no saben ni de lo uno, ni de lo otro. En fin, señores, supongo que no habrán entendido nada, ¿no? No esperaba menos de ustedes.

miércoles, 7 de octubre de 2009

uno de trenes

Un tren sale de la estación Dicho a las tres en punto. Si sabemos que circula por la vía Trecho* a cien quiloemociones por hora, ¿a qué hora llegará el tren a la estación Hecho?

*vale la pena recordar que la resistencia de las catenarias es de 1 millón de frágiles y que los socavones aparecen a un ritmo aproximado de una incertidumbre por segundo